martes, 10 de octubre de 2017

GANAS DE CAMBIAR


Nuestra vida suele ser muy reiterativa. Nos acomodamos a lo que tenemos como seguro y en ello se nos va el entusiasmo y la creatividad que, tal vez, hace muchos años poníamos en ella.
Si tuviésemos valentía y una sensación más certera de validez posiblemente nos atreviésemos a dar el salto.

Los cambios pueden hacerse en cualquier ámbito en el que nos movemos. Podemos comenzar por variaciones pequeñas, imperceptibles, que apenas se noten pero que abran el camino a lo diferente.

Para abrazar estados nuevos de conciencia hay que cambiar irremediablemente. No podemos advertir un ambiente distinto a nuestro alrededor si no cambiamos nosotros primero. Porque hay que estar seguros de que la realidad es única y que lo que de verdad la hace múltiple y variada es la forma de asumirla, la manera de reaccionar ante ella y la disponibilidad para amar dentro de ella.

A mí me cuesta cambiar. Me supone un tremendo desajuste entre la seguridad y la incertidumbre. En esa lucha enconada triunfa el inmovilismo, que no es otra cosa que una muerte lenta por entregas.

Hay veces, sin embargo, que desearíamos que todo alrededor fuese diferente. Contar con nuevos retos, empeñarnos en nuevos proyectos laborales, frecuentar otras compañías, vivir experiencias diferentes. Y todo por la necesidad interior de crecimiento.

No se crece sin experiencia. La teoría supone solamente el marco. Una pobre referencia que pronto se ve desbordada por la realidad.

Solamente llegamos a conocernos en profundidad cuando se nos presentan realidades nuevas ante las que debemos medir nuestra capacidad de entrega, nuestra solidaridad y ese amor que nos pone a prueba para determinar si de verdad somos como decimos y creemos.

No hay más remedio que cambiar de escenario de vez en cuando o hacer distinto el que tenemos para soportar el peso de la rutina.

Hoy más que nunca, la seguridad se liga a la quietud cuando parece que todo camina aunque sea con lentitud. Lo que olvidamos es que en ese lento pasar dejamos pegada la ilusión a los pies de la comodidad.Vana servidumbre para los corazones que se alimentan de vivencias capaces de matizar su grandeza.
¡Hagamos cambios! Aunque comencemos simplemente por variar nuestra colonia. Oler diferente puede suponer comenzar a sentir que somos otros.

Fuente:  Mirar lo que no se ve

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