En un párrafo de pocas líneas, Walter Benjamin explica de forma lúcida cómo considerar nuestro pasado para volverlo parte activa de la construcción del presente
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En ocasiones puede ser difícil mirar hacia atrás, tanto que haya personas que prefieran no hacerlo. A veces, en efecto, porque la existencia viene acompañada de episodios por los cuales no fue sencillo transitar, que provocaron dolor o sufrimiento, que por eso mismo preferimos mantener bajo cubierta, como esas cosas guardadas en lo más alto de un armario y que sabemos que existen pero preferimos que sigan ahí, lejos de nuestra vista. A veces también es posible que esos episodios ni siquiera sean tan graves, pero nuestra severidad es tal que los magnifica hasta volverlos insoportables.
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Con todo, lo interesante del pasado es que si bien no podemos modificarlo en cuanto a los hechos ocurridos sí podemos cambiar la manera en que lo entendemos y encaramos, la lectura que hacemos de esos hechos.
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A manera de estímulo para comprenderlo así compartimos ahora un breve fragmento del filósofo Walter Benjamin, un excéntrico que desde distintos ámbitos (la filosofía, la sociología, la literatura e incluso la mística judía) formó un pensamiento singular que posee una inesperada sensibilidad respecto de la formación de lo humano.
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En este párrafo (procedente de su libro Einbahnstrasse, de 1928, traducido como Calle de sentido único y también como Dirección única), Benjamin nos hace ver nuestro pasado personal sí como algo dado pero, al mismo tiempo, como la materia que tenemos para trabajar tanto nuestro presente como nuestro provenir.
Escribe Benjamin:
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TORSO. Únicamente quien supiera contemplar su propio pasado como un producto de la coacción y la necesidad, sería capaz de sacarle para sí el mayor provecho en cualquier situación presente. Pues lo que uno ha vivido es, en el mejor de los casos, comparable a una bella estatua que hubiera perdido todos sus miembros al ser transportada y ya sólo ofreciera ahora el valioso bloque en el que uno mismo habrá de cincelar la imagen de su propio futuro.
Imagen: Pablo Curto/Sara Herranz
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