Meditaciones de Navidad
Muchas personas tienen sentimientos encontrados con respecto a la Navidad. Por un lado se ilusionan con las festividades, la buena comida y la perspectiva de pasar unos días de descanso y esparcimiento junto a su familia y amigos; por otro lado, las asalta la ansiedad al pensar en el ajetreo de decorar, hacer compras, cocinar y recibir invitados. Encima, hay quienes temen que las reuniones familiares deriven en las consabidas desavenencias y fricciones. Para otros la Navidad rima con soledad.
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En todo caso, sean cuales sean nuestras circunstancias o expectativas, todos podemos gozar de una Navidad realmente linda y plena de sentido si nos tomamos un rato cada día para reflexionar serenamente sobre algunos de los siguientes símbolos de esta singular temporada.
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El pesebre
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Desde las representaciones en vivo, con personajes reales, hasta los modelos en miniatura hechos en un sinfín de estilos y con los más diversos materiales, los pesebres son un recordatorio visual de los protagonistas de los sucesos que rodearon el nacimiento de Jesús. José aparece erguido, firme y resuelto. María inclina la cabeza en señal de humildad, pensando en el Niño Dios al que acaba de dar a luz. Los pastores se postran a adorar. Tres reyes ataviados con finos ropajes se acercan con obsequios. El burro que llevó a María a Belén está junto a las ovejas y tal vez una vaca. Toda la atención se centra en el bebito acostado en el pesebre. Aunque Él es el personaje principal, la escena no estaría completa sin todas las demás figuras.
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Cada uno de nosotros también tiene un papel que cumplir en el teatro de la vida. Cuando Cristo está en el centro, todo anda bien.
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Cristo a mi lado, delante mío;
mi guardaespaldas, Rey de mi alma.
Cristo por dentro, debajo mío
y por encima; nunca se aparta.
Cristo a mi diestra y al otro lado;
Él me rodea, mi protector.
Al acostarme, estando sentado,
al levantarme, Él es mi sol.
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Oración de San Patricio, versificada por Gustavo D. Romero y Gabriel García V.
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La guirnalda
Uno de los adornos navideños más universales es la guirnalda, una corona confeccionada con ramas de hojas perennes que suele decorarse con cintas, bolas, velas y otros ornamentos. Su forma circular nos recuerda que el amor de Dios, transmitido por medio de Su Hijo, no tiene fin. Las hojas perennes simbolizan que Cristo vive para siempre.
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«Un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el principado sobre Su hombro; y se llamará Su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de Su imperio y la paz no tendrán límite». Isaías 9:6,7
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Las delicias navideñas
Es posible que el pan y las galletas de jengibre sean de las primeras delicias relacionadas con la Navidad. Comenzaron a prepararse en Alemania durante la Edad Media. Con los años otros dulces han conquistado los paladares en diversos países del mundo, por ejemplo el famoso turrón español; el ponche, con sus distintas variantes según los países; los roscones de reyes, polvorones, natillas y buñuelos de toda Latinoamérica; el mazapán y las coloridas galletas que se consumen en Europa y Norteamérica; los pasteles de frutas y los bizcochos de los países de habla inglesa; el panettone (pan dulce o pan de Pascua) de Italia y América Latina, y las vánoční cukroví (galletas navideñas heladas) de la República Checa.
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Todas esas exquisiteces pueden servirnos de recordatorio de la dulzura de la presencia divina en nuestra vida a través de Cristo.
¡Dulce Jesús! ¿Qué cosa hay más dulce que Tú? Tu recuerdo es dulce más que la miel y que todo lo dulce. Tu nombre es nombre de dulzura, es nombre de salud.
San Antonio de Padua (1195–1231)
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Las velas
Las lucecitas parpadeantes, las cintas rojas y las guirnaldas de papel metálico adornan las casas y los espacios públicos y anuncian el arribo de la temporada navideña. Otra cosa que rara vez falta son las velas, representativas de la luz divina que irrumpió en el mundo cuando nació Cristo.
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Isaías 9:2
Los villancicos
Escuchar o cantar villancicos mientras decoramos el arbolito o preparamos galletas navideñas bien puede ser un antídoto contra el estrés y contribuir a levantarnos el ánimo. Además, cuando se hace en grupo sirve para reforzar los lazos con la familia y los amigos y le da sentido a la celebración, pues es como integrarse al coro de ángeles que anunció el nacimiento de Jesús.
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Noche de paz, noche de amor.
Todo duerme en derredor.
Entre los astros que esparcen su luz,
bella anunciando al Niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz.
Noche de paz, noche de amor.
Ha nacido el Niño Dios,
y los ángeles cantando están:
«Gloria a Dios, gloria al Rey celestial».
Duerme el Niño Jesús,
duerme el Niño Jesús.
Joseph Mohr
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Las campanas
«He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros» (Mateo 1:23). Uno de los sonidos más alegres con el que identificamos la Navidad es el jubiloso repicar de las campanas que anuncian la llegada del Hijo de Dios.
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Campana sobre campana,
y sobre campana una.
Asómate a la ventana:
verás al niño en la cuna.
Belén, campanas de Belén
que los ángeles tocan,
¿qué nuevas me traéis?
Mariano de Blas
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La Nochebuena
Si bien muchos estamos afanados hasta la Nochebuena misma, no deberíamos dejar pasar la velada sin reflexionar un rato sobre los acontecimientos de aquella noche de hace 2.000 años. Una joven debe dar a luz en un establo. La primera cuna de su recién nacido es un comedero para los animales. No obstante, una nueva estrella aparece en el cielo, y en un monte cercano los ángeles proclaman a humildes pastores que ha nacido el Salvador.
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¡Oh, santo Niño de Belén, desciende con Tu paz!
En nuestras almas nace hoy y arroja todo el mal.
Los ángeles del Cielo te anuncian al nacer.
¡Ven con nosotros a morar, oh Cristo, Emanuel!
Phillips Brooks
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Los regalos
Cada año las compras navideñas empiezan con más antelación. Aunque el trajín de las compras a veces nos resulta pesado, encontrar algo que pueda ser una agradable sorpresa para nuestros pequeños y para otros familiares y amigos tiene su encanto. Mientras envolvemos los regalos o los colocamos debajo del árbol, tomémonos un momento para recordar a Aquel que vino a dar Su vida por nosotros.
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Jesús, es Tu nacimiento el que celebro esta Navidad. Los pastores te ofrecieron su veneración y asombro. Los reyes te honraron obsequiándote oro, incienso y mirra. Yo te doy mi amor y gratitud.
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Cuando terminan las celebraciones navideñas
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A veces los días que siguen a la Navidad son una especie de anticlímax. Los regalos están entregados, y quienes vinieron a visitarnos ya partieron. Comemos las sobras de la cena navideña y ordenamos la casa. En pocos días dará comienzo un nuevo año, con sus vaivenes de felicidad y desdicha. Sin embargo, la alegría y la magia de la Navidad no tienen por qué disiparse. Podemos conservarlas todos los días si hacemos un esfuerzo por acercarnos a Dios y nos dejamos conmover por Su amor.
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Celebra cada día la fiesta de la Navidad en el templo de tu espíritu, permaneciendo igual que un niño en el seno del Padre celestial, donde cada momento renacerás en la divina Palabra, Jesucristo.
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