viernes, 16 de diciembre de 2016

TU LUGAR EN EL MUNDO. DAVID TOPI

Imagino que a más de uno le ha sucedido, en alguna época de su vida, no saber cómo encajar en el mundo. La sensación de estar desubicados, de no encontrar un propósito, de no tener claro el rumbo a seguir. Hay muchos aspectos involucrados en este tipo de sensación: psicológicos, energéticos, espirituales, e incluso físicos y hormonales, pues diferentes etapas de la vida a partir de los diferentes ciclos que nos rigen,  nos hacen pasar por esas llamadas “crisis existenciales” de vez en cuando.
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Cómo superar la sensación de desubicación requiere, como todo en la vida, de trabajo interior para recomponer nuestra conexión con nuestra hoja de ruta pre-planificada antes de nuestra primera entrada a cada nueva existencia, y hay dos componentes importantes que hoy vamos a explicar, un poco, para desgranar más a fondo como funciona eso del “encaje” en el “plan mayor” que rige nuestras existencias, y nuestro acople a la realidad en la que esta se desarrolla.
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Una estructura energética compleja
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Creo que somos conscientes, la mayoría, que no somos nuestro cuerpo físico, ni nuestras emociones, ni nuestra mente. Eso no es más que un traje temporal para nuestra alma, y más allá, para nuestro ser o Yo Superior, un envoltorio que se hace y se deshace, se forma y se destruye, se crea y se descrea.
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Así que el ser que somos requiere múltiples capas, llamadas cuerpos sutiles, entrelazados entre sí, involucrados y coordinados unos con otros, y donde el menos denso y más energético, interpenetra al más denso y material. De esos cuerpos tenemos varios, pero solo cinco están medianamente desarrollados en el ser humano. No hemos llegado aún al nivel evolutivo en el cual se haya de activar la materia que forman los cuerpos superiores en la mayoría de las personas. Para el humano medio, excepciones aparte, la composición que presentamos es la siguiente:
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  • Cuerpo físico, químico y orgánico
  • Cuerpo vital o etérico
  • Cuerpo emocional o astral
  • Cuerpo mental
  • Cuerpo causal
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Así, para cada encarnación, y referente al trabajo que nos proponemos hacer en la misma, como misión o propósito, hay dos estructuras energéticas que son importantes, pues son las que nos permiten encajar en la totalidad del rompecabezas que representa la realidad humana a la que entramos a formar parte, como la pieza de un puzle que si está correctamente insertada en su lugar, permite que sintamos que formamos parte de un propósito más amplio.
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Así, en este caso, los dos componentes del sistema energético que revisaremos como parte de esa pieza del rompecabezas que nos permite encajar en el gran esquema de las cosas, son, primero, una de las capas del aura (la quinta), y, segundo, el llamado cordón dorado o línea del Hara.
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La capa transetérica del aura
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El campo electromagnético que rodea al ser humano es llamado por la mayoría de culturas orientales el “aura”, y forma parte de la estructura del primero de nuestros cuerpos sutiles, el cuerpo etérico. En el interior de este campo, se suelen distinguir 7 niveles.
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Explica Bárbara Ann Brennan y otros escritores del tema, que el quinto nivel del campo electromagnético que poseemos, como parte de nuestro cuerpo etérico, corresponde al nivel de la voluntad divina y de nuestra ubicación en el mundo. Esta capa contiene no sólo la forma y molde de nuestro cuerpo físico (algo de lo que se ocupa la información o plantilla que forma la primera capa de este aura), sino también la información que forma las plantillas del resto de la vida consciente en la realidad con la que interactuamos, y, por ello, contiene el modelo evolutivo, diagramas, y formas, de la vida que se manifiesta en nuestro planeta y de la que somos parte.
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Es, por intentar explicarlo más claramente, la parte de nuestro campo energético que contiene, “impresionado” en él, la voluntad de los niveles superiores del ser humano para cada encarnación, pero registrada en forma de esquemas, modelos y formas, como los planos de algo que luego se va a crear y se ha de construir en el mundo tangible a los sentidos.
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De esta manera, los planos y diagrama que forman nuestra plantilla de existencia y nuestra hoja de ruta para cada encarnación existe dentro de todos nosotros, y tenemos el libre albedrío de alinearnos o no con esa planificación que no es más que una guía para el plan evolutivo de cada uno, y así mismo de nuestra relación con la humanidad y nuestra ubicación en la Creación. La energía que existe en esta plantilla en el aura está viva, vibra y se despliega constantemente, a medida que interactúa en su mismo nivel de frecuencia y vibración con el “molde” global de la realidad humana de la que formamos parte, ya que cada nivel de los campos y capas que nos componen resuena y vibra con un nivel afín de la estructura dimensional de la realidad, de ahí que, si pudiéramos sentir la energía de esta quinta capa aural, nos daría la sensación intensa, casi inexorable, de voluntad e intención, de orden perfecto. Es un nivel energético de precisión donde todas las cosas tienen que encajar con todas para que la vida discurra correctamente.
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Por este motivo, parte de la sensación de desubicación y de no saber como encajar en el mundo viene de la falta de alineación de la personalidad, y la realidad que hemos manifestado, con el contenido de esta quinta capa. Si uno está alineado con su propia plantilla de existencia, diseñada por una consciencia superior a la personalidad, incluso al alma, es cuando uno siente una intensa conexión con todo cuanto le rodea, y tiene la sensación que está en su lugar, con su propósito, y sincronizado con todos los lugares y todas las intenciones. Se conoce el orden como un principio universal, y se está conectado con el propósito de esta encarnación.
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Por contra, cuando no estamos alineados con esa plantilla, y nos sentimos desubicados de nuestro propósito y misión, el campo aural en su quinta capa suele aparecer distorsionado. No encajamos en el modelo global de la humanidad, y no nos sentimos parte de todo lo que nos rodea. No conocemos nuestro lugar en el gran esquema de las cosas ni nuestro objetivo para con el mismo. De hecho, la idea de que exista tal cosa quizá no tiene sentido para nosotros, y nos da la sensación de que no encajamos o no sabemos cómo integrarnos en el mundo en el que vivimos.
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La línea del Hara y la conexión con nuestro propósito
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El segundo componente (entre otros), que tiene una relación directa con nuestro lugar en el mundo, es el llamado cordón dorado o línea del Hara. Todos tenemos una línea energética, a modo de cordón de luz, que se origina en un punto situado por encima de la cabeza, y a través de este punto hacemos nuestra conexión directa con nuestro ser, nuestro Yo Superior.
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Mientras que el campo electromagnético del aura se relaciona con nuestra personalidad y la forma de encajar en la realidad de la que somos parte, el nivel del Hara se corresponde directamente con la misión en la vida y con nuestro objetivo espiritual y evolutivo. Es el nivel que nos alinea con el principal objeto de nuestra vida, y es aquí donde uno establece y conserva su intención de trabajar por un bien mayor mientras estamos encarnados.
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A nivel de estructura, este cordón tiene algo menos de un centímetro de anchura y se extiende desde el centro de la esfera de consciencia del ser humano, ubicado en el llamado noveno chakra o centro de consciencia universal, hasta las profundidades de la Tierra. La línea desciende a través del pecho, a la altura del timo y sigue bajando hasta el tantien, en el abdomen inferior, por debajo del ombligo. A partir de aquí, se prolonga desde el tantien hacia las profundidades del centro del núcleo terrestre y es a través de ella que estamos conectados también a nuestro planeta.
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Una comprobación rutinaria de nuestro sistema energético nos permite auto detectar que el punto inferior de la línea del Hara en el núcleo del planeta se desconecta con relativa facilidad, con lo que es necesario un pequeño ejercicio regular, mediante la intención, visualización o trabajo energético para reconectarnos al mismo.
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El cordón dorado puede dañarse o desconectarse tanto por influencias internas (desarmonización de nuestro sistema energético, bloqueos en alguno de los puntos por donde el cordón pasa) o bien por influencias externas (campos electromagnéticos que nos afectan, torres de alta tensión, entes acoplados, etc.), de forma que  es necesario restaurar con la intención el cordón dorado para recuperar la conexión, tanto hacia los planos superiores como hacia el planeta.
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Ambos componentes son parte de las estructuras que nos permiten sentir que tenemos un lugar en el mundo, y de sabernos con un propósito que nos guía y nos mantiene firmes ante los vaivenes de la realidad en la que existimos. Con una simple meditación, visualización e intención, se puede uno volver a alinear con ese propósito, trabajando para reconstruir esa quinta capa del aura o volviendo a alinear de extremo a extremo la línea del Hara.
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Diferentes técnicas de artes marciales hacen esto último, así como diferentes técnicas de sanación energética también. A nosotros, al menos, nos sirve para conocer un poco más de donde viene esa sensación de desubicación y de sentirnos fuera de lugar que a veces nos invade, y comprender que tiene su origen en componentes dentro de uno mismo que han perdido su armonía y alineación, y que es necesario volver a reconstruir para que sigamos siendo piezas del engranaje mayor que dirige el proceso evolutivo de la raza a la que pertenecemos.
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un abrazo,
David Topí

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