DEJAR SECAR LA IRA
ENVIADO POR "MIRAR LO QUE NO SE VE"
No hay nada tan demoledor como la ira. En esos momentos, todo nos vale para devolver el daño que creemos que nos han hecho. En esos instantes, cada palabra que se busca es un proyectil, cada gesto una forma de molestar y cada manera de dirigirnos a la persona un camino para devolver ojo por ojo y diente por diente.
Con la ira no sólo envenenamos al de enfrente. Nos envenenamos nosotros. Por eso hay que dejarla secar.
Nada más que pasa el tiempo, la ira se seca y cambiamos de opinión, de formas y maneras de dirigirnos al que nos ofendió.
Todo cambia con el tiempo. Nuestra mente, nuestras emociones, nuestros sentimientos igualmente se acomodan a la vida que nos toca vivir y a su momento, de lo contrario no lo resistiríamos.
Paulatinamente, todo duele menos. Hasta que no duele ni el recuerdo.
Aquí os dejo un breve cuento sobre la ira.
“Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana. Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían. Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá ¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo?
Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo.
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo: Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha.
Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo.
Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor. Un rato después sonó el timbre de la puerta.
Era Julia, con una caja en las manos y sin más preámbulo ella dijo:
- Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta? Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enfadó y destruyó el regalo que me habías prestado. Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enoj conmigo. No fue mi culpa.!
- ¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había ensuciado de lodo.
Nunca reacciones mientras sientas ira.
La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta delante de una situación difícil.
Acuérdate siempre: ¡ Deja secar la ira !
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página, Dios te bendiga.