miércoles, 18 de octubre de 2017

CERRANDO AGUJEROS DEL CUERPO LUZ



La envoltura luminosa casi esférica que rodea hoy en día a los seres humanos puede ser alterada de diferentes maneras, produciendo en todos los casos grandes desequilibrios físicos, energéticos, emocionales y mentales. Las drogas destructivas, la rápida sucesión de partos, el descontrol sexual en  la infancia y juventud, las sustancias psicotrópicas, los accidentes y las enfermedades graves, las salidas descontroladas del cuerpo, la angustia emocional prolongada, un susto arrasador, el miedo en las experiencias de ensueño, los arrebatos místicos prematuros, los celos o el rencor, y un largo etc.

A veces la unión combinada de varias de estas causas, aunque sea en mínima proporción, junto con el estrés y la agitación neurótica de la vida moderna, bastan para romper el delicado velo etérico del plexo solar, de la garganta, del bajo vientre o de la coronilla. Provocando una apatía permanente con falta de deseos de vivir; una pérdida del sentido del yo que se hace vulnerable de los ataques emocionales del exterior; una excitación insaciable con ansias destructivas; o simplemente la locura descontrolada y degenerativa. Y, sin llegar a estos extremos, muchas personas sienten que no disponen de energía suficiente, que siempre están enfermas o delicadas, se sienten confusos o tienen mala suerte y parecen gafaos. Sin energía, la suerte solo puede ser adversa, porque el inconsciente cortocircuita todos los deseos conscientes y los hace fracasar. Esta es la causa por la que nuestra envoltura luminosa debe estar completa y sin desgarros, irradiando una intensa luz, fruto de la energía acumulada y retenida. Debe ser capaz de volar libremente hacia los planos de la conciencia que le pertenecen y en  los que se manifiesta como un verdadero vehículo sólido capaz de desarrollar una vida completa y autónoma sin depender de la materia.
Cuando una persona sufre inesperadamente una iluminación súbita, fruto de un ascenso incontrolado de la fuerza de vida (o diosa Kundalini) que descansa enroscada en la base de la columna vertebral, las cáscaras de luz que envuelven nuestro cuerpo físico pueden resultar permanentemente dañadas, con euforias emocionales tan fuertes que ahogan totalmente al ser en su descontrol afectivo. Y esto puede suceder por haber ingerido una sustancia de poder o por el imprevisto y arrasador despertar de la sexualidad juvenil, por un ayuno incontrolado o por desbordamiento emocional muy intenso...Es como un desgarro profundo que, al no estar debidamente preparados para asumirlo, destroza la estabilidad de nuestra vida y atrae el caos más espantoso. También las recién paridas necesitan cerrarse (con transmisión de energía, con respiraciones conscientes, con mantras y cantos de poder, con barro y agua fría...), y aún más cuando los partos son muy consecutivos, pues la zona cercana al ombligo y la parte alta de la cabeza despilfarran sus fuerzas con si se tratara de vías abiertas de aire en un globo aerostático.
Para mantener la esfera de energía a nuestro alrededor podemos ayudarnos entre otras prácticas del aliento del doble canal, como si fuera el mítico Ourobouros fluyendo por la parte media del cuerpo, ascendiendo por la espalda ( nivel de la voluntad) y descendiendo por la parte frontal (nivel del Amor). Esta necesidad que tenemos de que el Ourobouros circule en nuestro interior, que la serpiente vuelva a morderse la cola, explica la importancia de la Respiración de Integración del Aura, en la que inspiramos (cerrando los esfínteres anales para elevar la energía) haciendo ascender la energía desde el perineo por la médula espinal hasta la frente. Luego retenemos unos momentos (girando la cabeza o los ojos en contra del reloj, u observando una estrella de seis puntas en medio de la frente) y expulsamos suavemente el aire mientras descendemos a la zona genital. Sea bajando directamente desde el tercer ojo al centro base o sea pasando a través de la coronilla (bindi) dibujando un ocho hasta la garganta. Así una y otra vez hasta que el flujo energético sea contínuo y comunique la tierra con el cielo,  y el cielo con la tierra.

Tejer de nuevo el delicado velo etérico, roto por cualquier causa a lo largo del pasado, es por tanto uno de los objetivos necesarios para que el conocimiento y la energía puedan volver a fluir libremente y a resplandecer en la noche del sol oscuro, en vez de dilapidarse gratuitamente en tantas tonterías cotidianas. Esta labor de sanación es una verdadera canalización de la presencia divina en nosotros, pues ninguna voluntad humana puede llegar a controlar tan fino ganchillo como el que se necesita para cerrar los agujeros sutiles. Así invocando el poder de Dios en acción curativa, manifestando la presencia del Cristo vivo, es posible servir de intermediarios para que la soldadura etérica tenga lugar, y las angustias desaparezcan de la existencia del ser humano.

También pueden realizarse como pequeñas operaciones astrales en las que la parte hundida del tejido luminoso sea arrastrada hasta la envoltura externa del plexo solar, de la garganta, del bajo vientre o de la coronilla, produciendo una especie de cicatrización que permite integrar armoniosamente las energías vitales. La transmisión del aliento, el canto curativo, un temascal intenso (sauna indígena), el enterramiento en tierra arcillosa, los mantras tradicionales, la meditación en hara y las respiraciones conscientes, completan estas prácticas y crean una mejoría permanente para los afectados por esta grave alteración de la rotura etérica.

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