domingo, 29 de octubre de 2017

EL SÍNDROME DEL NIDO VACÍO


EL SÍNDROME DEL NIDO VACÍO
En mi opinión, muchas personas que prácticamente basan su vida en la crianza de los hijos y en su relación con ellos, cuando llega el momento lógico en la vida en que éstos abandonan el hogar para crear su propia familia o para iniciar un camino en solitario, de pronto tienen la sensación de que su vida es inútil, que ya no tiene un sentido, y que por esa razón como persona es inútil y no va a saber cómo rellenar el hueco ocupacional que sus hijos poblaban.
En algunos casos el sentimiento de vacío, de inutilidad, de falta de sentido para la vida, empuja directamente a una depresión.
Y conviene evitar esta situación.
Son las mujeres, sobre todo, las que sienten más este vacío. Es lógico porque son las que los han llevado en su vientre y las que notan más intensamente el sentimiento de maternidad y creación y sienten más esa dependencia.
Quienes tienen hijos saben –aunque no quieran pensar en ello- que ese día ha de llegar. Y procuran evitarlo o aplazarlo –creyendo que de este modo no sucederá- en vez de tomar conciencia de lo que va a suceder y prepararse para ello.
Podríamos aprender mucho y rápido de los animales, que no crean esa relación de co-dependencia con sus crías, a las que empujan literalmente del nido cuando ya saben volar, y que son muy conscientes de que una vez les han enseñado a buscarse la vida ya no tienen por qué seguir juntos sino que cada uno ha de seguir con su propia vida.
No es que esté proponiendo hacer esto con nuestras crías, sino que propongo prepararse para que cuando llegue el momento no se haga un drama de ello, y que no se pretenda aplazarlo o evitarlo chantajeando emocionalmente al hijo. Conviene darse cuenta y comprobar si uno está creando -con respecto a su cría- una relación simbiótica.
Y es más que conveniente estar preparado para cuando llegue el momento. Es imprescindible encontrar que en la vida hay algo más allá de la crianza de las crías, así que es mejor no abandonar nunca las cosas que proporcionan placeres y satisfacciones, ocupaciones que sean apetecibles, hobbies, planes varios, y proyectos, sin las crías, y es conveniente hacerlo también por los propios hijos, para que no se sientan en la obligación moral de estar excesivamente pendientes de un padre o una madre que no saben desapegarse de ellos y concederles la libertad.
De este modo, la relación seguirá estando entre ambos pero desde otra perspectiva en la que una se libera de la cría con la sensación de la misión cumplida –aunque uno siga siendo y sintiéndose padre o madre protectora hasta el fin de sus días- y así libera al otro para que haga su vida como ser independiente y no con una subordinación de por vida hacia sus padres.
Está bien hacerles saber el estado emocional en que se encuentra uno, pero teniendo cuidado de no hacerles sentirse causantes de ello y cuidando de no inculcarles subliminal o directamente un sentimiento de culpabilidad, o hacerles creer que la felicidad de uno depende de la atención y cuidado que le sigan proporcionando, porque eso les crea a los hijos una responsabilidad que no es suya pero que les resulta muy gravosa.
Las madres han de ser conscientes de que no son solamente ellas quienes sufren porque sus crías abandonan el nido. Los padres, en la mayoría de los casos menos expresivos, también lo sienten aunque crean que no deben manifestarlo.
Y han de recordar –si es que lo habían olvidado- que antes de que nacieran las crías hubo una decisión en su vida: la de compartirla con su esposo.
Así que es importante retomarla con intensidad si se había descuidado un poco o si se le estaba prestando menos atención. Lo mejor es hacerlo con tiempo, respetando los sentimientos del otro. Hay que prepararse para esa situación hablando de ello con naturalidad y sinceridad. La relación ha de retomar el protagonismo que había cedido.
Que ya no estén los hijos en el nido aporta también algunos beneficios –aunque la madre siga insistiendo en que tiene más de pérdida-, así que es interesante promocionar esos beneficios. Por ejemplo, al disponer de más tiempo libre éste se puede utilizar del modo que se desee. Se pueden retomar planes que se habían dejado aparcados, y ponerse a hacer aquello que a una siempre le gustó pero tuvo que renunciar. Viajar, pintar, leer, pasear, escuchar música… se renuncian a muchas cosas cuando se le da una prioridad absoluta e intensiva a la paternidad o maternidad, y todas esas cosas tan agradables se pueden retomar –con merecimiento y sin sensación de culpabilidad- cuando las crías abandonan el nido.
Desde que la humanidad está en la Tierra siempre ha sucedido así. Uno mismo dejó a su familia para crear su propia familia o hacer su propia vida.
Hay que desdramatizarlo. Una ya cumplió con su misión de tener hijos –aunque piense con razón que esa tarea no acaba nunca- y está bien iniciar un nuevo ciclo en el que el protagonismo principal sea de uno mismo.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias)
Francisco de Sales

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