sábado, 7 de octubre de 2017

DEL AMOR Y LA LOCA PASIÓN


Publicado por "Mirar lo que no se ve"
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          Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que pudiera perder.
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  Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:
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-No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como regala, crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la paz y el placer, no es este el momento de casarte.
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-Pero, padre, ¡sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado. Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.
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Entonces el rey reflexionó y se dijo:
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-Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: “Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos”.
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De modo que al fin le dijo a su hija:
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-Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches. Si al final sigues queriéndote casar es que estás preparada y entonces tendrás mi consentimiento.
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La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó perfectamente los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento.
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Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido y así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante.
A las tres semanas estaba tan harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer.
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Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:
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-Padre, háblame del matrimonio.
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Y su padre, el rey, le dijo:
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-Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:
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“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
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Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
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Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
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Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.
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Y permaneced juntos, más no demasiados juntos,
pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”
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